Aquellos maravillosos ’80

El año en que murió el maestro del suspense, el guaperas de Robert Redford se convertía en director de gente corriente y asistimos a la última huida de Steve McQueen. Han Solo dejaba a Chewbacca para ser Indiana Jones, Eddie “Newman” Felson regresaba para enseñarle lo que valía un taco al mocoso de Tom Cruise.

Los ’80 eran Diane Lane cantando en calles de fuego, el Capone de De Niro y el Montana de Pacino, los cantos de sirena de Daryl Hannah que atontaban al bueno de Tom Hanks. Forajidos de leyenda de Walter Hill, la desaparición de Superman, unos Blues Brothers a todo ritmo con final de tragedia, la semilla de Jason y nuestra primera pesadilla en Elm Street.

La falsa decadencia del primer James Bond recompensada con un Oscar intocable, de cuando Gena Rowlands era la heroína de la gente humilde mientras Michael Caine se travestía para matar. Rebeldes de Coppola, el hombre elefante de Lynch y un penúltimo resplandor de Kubrick reflejado en una chaqueta metálica.

Los ’80 eran ver a Estawood rescatando el viejo oeste después de verle hacer el orangután. Natassja Kinski con piel de pantera, Jane Fonda pasándose al aerobic, nueve semanas y media con Kim Basinger y el chico de la moto que jamás regresó.

La Teniente Ripley protegiendo gorilas en la nieva, Melanie Griffith y sus armas de mujer, Gordon Gekko era un cabrón simpático y Jack Nicholson encumbraba su locura con el Joker de una ciudad gótica alumbrada por Burton.

Los ’80 eran la última comedia de Wilder, Lemmon y Matthau; el fuego en el cuerpo de la Turner y David Bowie jugando al escondite dentro del laberinto tras una crisis vampírica con Susan Sarandon y Catherine Deneuve. Los primeros ojos de la Pfeiffer y una Faye Dunaway enfrentada a Supergirl.

Gabriel Martínez Ruibal

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