«Lean on Pete»; un magnífico talento llamado Charlie Plummer nos encoje el corazón en este homérico anti-western en busca de la estabilidad y seguridad familiar
Charlie (Charlie Plummer) es un joven adolescente que tras el abandono de su madre y de la figura materna de su tía Margaret, malvive sin ir al colegio ni poder jugar al fútbol junto a su inmaduro padre (Travis Fimmel); al conocer a un veterano cuidador de caballos de carreras
Tras un exitoso paso por el Festival de Venecia (premio al actor emergente para Charlie Plummer), el británico Andrew Haigh confirma sus sutiles formas dentro del melodrama tras la notable 45 años ofreciendo una de las visiones más melancólicas, duras y complejas sobre el paso a la adultez del cine independiente desde la relación de un pobre y solitario adolescente con un caballo y el periplo del joven en busca de un sentido y dejar atrás la dureza de lo experimentado.
Charlie (Charlie Plummer) es un joven adolescente que tras el abandono de su madre y de la figura materna de su tía Margaret, malvive sin ir al colegio ni poder jugar al fútbol junto a su inmaduro padre (Travis Fimmel); al conocer a un veterano cuidador de caballos de carreras (estupendo Steve Buscemi), decide ayudarle en su trabajo y así ganarse un empleo que le aporta cierta autonomía y felicidad. En ese primer trabajo entabla una bonita relación con un caballo llamado Pete, entre carrera y trayecto en competiciones y apuestas de poca relevancia; tras un conflicto con su jefe por el futuro del caballo y el fallecimiento de su padre, Charlie se fuga junto a Pete en un solitario y crudo periplo que le llevará al este estadounidense para ir en busca de su tía Margaret y huir del duro y añorado pasado.
Haigh evita cualquier sentimentalismo facilón del melodrama clásico – y del subgénero de relación entre hombre y animal – colocando todo su fondo dramático en el periplo sin artificios y el rostro de Charlie Plummer (visto recientemente en Todo el dinero del mundo), jovencísimo actor que brilla con excelencia y talento recordando a una joven versión de míticos intérpretes como Christopher Walken o River Phoenix en Mi Idaho privado; ofreciendo un relato sin grandes artificios, apegado siempre a su protagonista y esa huida hacia adelante de un pasado añorado y nunca vivido en busca de cualquier señal de estabilidad y conexión emocional con otros.
Un anti-western que sabe quedarse de forma inteligente y sutil entre lo crudo, lo emocional y lo social al no salirse jamás del foco de Charlie Plummer y su periplo y sin buscar con subrayados autorales un retrato generacional sobre la juventud y la falta de apego emocional del mundo contemporáneo, aunque su premisa o ciertos momentos puedan resultar convencionales. Un crudo retrato sobre la juventud que recuerda indudablemente a iconos como Los cuatrocientos golpes o el direct cinema británico sin buscar jamás el mito, sino una mirada conmovedora y cercana sin melodramas a su protagonista, su mirada e inseguridades que le hacen añorar su apego y buscar siempre hacia adelante un lugar en el que poder desarrollarse y vivir de forma estable.
Desde la magnífica interpretación de un talento llamado Charlie Plummer y una mirada contemporánea al melodrama clásico y al viaje iniciático en busca de un sentido y rumbo vital magistral en su cercanía y apego a su personaje, tejiendo un relato suficientemente emotivo, sólido y honesto para encogernos el corazón tras su final de proyección desde un minimalismo que confirma a Haigh como una atractiva e interesante voz del melodrama actual.