«Las guardianas»; bellísimo filme que reivindica la labor de la mujer en la retaguardia y en el hogar en plena Gran Guerra y que nos devuelve al Beauvois más delicado
Las guardianas puede resultar uno de esos filmes que pase desapercibido en la cartelera (no tan sólo por su previsible bajo número de copias a exhibir) a causa de su evidente academicismo y sobre todo posclasicismo; adjetivos más despectivos que positivos en el cine reciente
Tras la “chaplinesca” y más irregular y tapada El precio de la fama (2014), el francés Xavier Beauvois vuelve al terreno más sútil, delicado y dramático de la brillante De dioses y hombres para narrar la independencia, trabajo y sufrimiento que vivieron las mujeres al verse en un mundo sin hombres, cuidando y labrando las tierras y el hogar mientras los hombres luchaban en la I Guerra Mundial.
Las guardianas puede resultar uno de esos filmes que pase desapercibido en la cartelera (no tan sólo por su previsible bajo número de copias a exhibir) a causa de su evidente academicismo y sobre todo posclasicismo; adjetivos más despectivos que positivos en el cine reciente, pero que en las delicadas manos de Beauvois merecen ser resaltadas y tejen un melodrama más que notable.
Fácilmente comparada con el cine de qualité francés de hace unas décadas, Beauvois teje un melodrama que se construye desde sus personajes y el contexto fuera de campo del que somos conscientes (I Guerra Mundial, estilo a Sunset Song de Terence Davies) y una premisa sencilla. El filme se entronca desde las dos mujeres protagonistas, Hortense (Nathalie Baye) la matriarca de la granja y la joven huérfana a la que contrata para ayudarla en el cuidado de los campos y el ganado; Francine (Iris Bry).
Ambos personajes se construyen desde conflictos y situaciones habituales del melodrama clásico – el sufrimiento de una madre por sus hijos en la guerra, una joven que busca hacerse a si misma y que encuentra entre otras cosas el primer amor… – y Beauvois no busca evitarlos, sino tejer desde una delicada y sútil apuesta formal y escénica (basada en los silencios, el paisaje y el naturalismo fotográfico) un filme que nos embriague por su emotividad y delicado cuidado formal y fílmico.
Gracias de paso a unas magníficas actrices, tanto una portentosa Nathalie Baye como sufriente y admirable matriarca como a la revelación del filme, la pelirroja Iris Bry; enigmática y epicentro del discurso feminista que busca incluir Beauvois. El cineasta reivindica el sinsentido de la guerra y el importante y admirable papel de la mujer en el hogar y la retaguardia a partir de un filme de gran belleza visual que remite a la pintura natural y realista del XIX; convirtiéndose en uno de los largos más bellos y embriagadores de la cartelera reciente.