«El rey proscrito»; Chris Pine se rebela frente al reino británico en busca de la libertad de Escocia justo después de los sucesos de la popular y oscarizada «Braveheart»
Netflix presenta uno de sus títulos más esperados de su catálogo este año; una superproducción épica dirigida por David Mackenzie (Comanchería) que expone sin apenas complejidad los hechos históricos posteriores a la rebelión de William Wallace
Una de las películas más esperadas de la temporada es esta superproducción de la mano de Netflix dirigida por David Mackenzie, laureado tras la magnífica Comanchería, y que en cierta forma supone una secuela espiritual de la exitosa y oscarizada Braveheart al narrar los hechos históricos que sucedieron en Escocia justo después de la muerte de William Wallace y la rebelión que llevó a cabo Robert the Bruce y otros insurgentes contra la tiranía británica de Eduardo I y su hijo el Príncipe de Gales.
Es muy fácil y no le viene bien a ninguna de las dos el ofrecer una reseña comparativa entre el clásico Braveheart de Mel Gibson y el filme de David Mackenzie; más allá de la libertad y autodeterminación de Escocia como objetivo heroico y romántico de sus protagonistas. Lo que en la película de Gibson era clasicismo, Mackenzie parece evitar en muchos momentos el caer en las habituales panorámicas acercando la cámara a los personajes y las acciones desde trabajados planos secuencia y desde una crudeza lograda llena de momentos de violencia; solventando bastante bien el apartado de dirección, aunque sin el tan intuible carácter de sus filmes anteriores.
Lo que no permite a El rey proscrito ser un filme épico a la altura de referentes como Braveheart – aunque estaría más cerca de filmes como Macbeth de Justin Kurzel o Valhalla Rising de Nicolas WInding Refn, sin tanta apuesta estética – es un guión demasiado simple para la ambición y drama histórico que nos cuenta al no dibujar con más complejidad a sus personajes, siendo incluso el propio Robert the Bruce bastante plano; aunque Chris Pine ofrezca una loable interpretación y el reparto británico que le rodea resulta más que solvente, destacando a los británicos villanos interpretados por Stephen Dillane y Billy Howle.
Esa sensación de que resulta un peplum poco arriesgado en su construcción narrativa y desarrollo no permiten que el buen pulso de la dirección y su construcción sucia y realista de las batallas no se salgan de lo mínimamente correcto; resultando el título más discreto (y eso que era el mas ambicioso en producción) de Mackenzie como director, aunque no pierda maneras tras la cámara.