53 Festival de Sitges 2020 – Crítica de «Fried Barry»
La adaptación al largometraje de su propio corto homónimo Fried Barry, convirtió a la ópera prima del sudafricano Freddy Kruger en una de las cabezas de cartel previas al festival por la sensación de ser la “película extrema e inclasificable” de esta edición. No ha decepcionado en su esperable polarización; pero me ha resultado un filme insatisfactorio y reiterativo.
Barry es un drogadicto marginal de Johannesburgo que una noche es abducido por unos extraterrestres que toman su cuerpo para ir explorando a las gentes que pueblan este mundo. A partir de ese momento, Barry recorre por los sectores más marginales, violentos y oscuros de la ciudad en un viaje alucinógeno por la condición humana.
Su premisa deja a las claras su inspiración en únicos y extremos cineastas como David Lynch, Gaspar Noé o Nicolas Roeg. Pero la mayor parte se va por tierra en un relato que deja imágenes explícitas y sórdidas para provocar al espectador, pero que se cree más inteligente y provocadora de lo que realmente es. Siendo una película que reincide en todo momento en su idea de inicio, deambulando como su personaje en imágenes duras pero reiterativas y en una analogía sobre la propia existencia humana críptica y simple al mismo tiempo.