La reciente moda de las sagas destinadas a un público mayormente adolescente no acaban con una película. En gran parte se van pudriendo a medida que aparecen las correspondientes secuelas: Los Juegos del Hambre y la saga Insurgente son las más recientes. La primera de ellas empezó con buen pie y se fue desinflando poco a poco a medida que avanzaba la historia, mientras que la segunda ya comenzó un tropiezo en el primer escalón.
La quinta ola es un caso similar que deja al espectador con un final abierto. Pero eso no es lo malo, porque un final abierto que puede (y, de hecho, debe) dar lugar a una continuación puede generar algo relativamente decente. Lo malo es que una película donde la falta de carisma en los personajes, un doblaje que parece haberse hecho de mala gana y sin pasión y un guión y diálogos tan vacíos por querer explicar todo de golpe hacen de ella una súbita chorrada. Y encima habrá más partes. Lo único que puede alegrar la vista de la película es un ligero parecido (sólo lo parece en una breve escena) de dura, superviviente e independiente de la protagonista con Ellie, del videojuego The Last of Us.
Esta película postapocalíptica del director J Blakeson, el cual dirigió también La desaparición de Alice Creed (2009), carece de un sentido establecido, además de algún atisbo de entretenimiento, porque es lo que se podría esperar de un filme de este género. El hecho es que no existe una sola catástrofe, ¡sino cinco! Cinco plagas que van acabando poco a poco con la humanidad, cuatro de las cuales narradas en 30 minutos para desembocar en un romance casi prohibido e irrazonable que te impulsa a entrar en la pantalla, dar un guantazo a la protagonista y hacer que espabile.
En cuanto al reparto, la interpretación de la protagonista por Chlöe Grace Moretz abría un atisbo de esperanza en el desarrollo de la trama (personalmente me encantó como Hit Girl en Kick Ass). Nada más lejos de la realidad, la actriz (lejos del personaje influenciable y predecible que desarrolla) no enfatiza las sensaciones que se darían a cabo en las situaciones que le acontecen y acaba casi tapada en un segundo plano. Alex Roe se encuentra estereotipado como el tipo guapo y cachas que solo busca el amor de la chica especial que encuentra. Zackary Arthur es un niño repelente que no sabe hacer absolutamente nada por sí mismo. Pero el que se lleva la palma sin duda es Nick Robinson, pues nos encontramos ante un maniquí, un muñeco que constantemente tiene el mismo gesto facial tanto si está alegre como triste o enfadado, aunque su personaje cae simpático.
Basada en una novela a medias de terminar, es un título que sacará una secuela casi seguro, por la situación tan ambigua con la que concluye, pero no creo que sea por el apoyo de los espectadores ni de las críticas ni de nadie. Pensaba que podría proporcionar al menos algo de entretenimiento, pero ni eso. Sólo avivó las ganas de ver cualquier otra cosa para olvidar al completo esa experiencia.