Wajeman consigue en Los anarquistas un insulso término medio entre lo político, lo dramático y el thriller policíaco
Los anarquistas es una cinta rutinaria y de presupuesto algo constreñido que nos contextualiza a un grupo de anarquistas en pleno París de finales del Siglo XIX, cuando las palabras de Bakunin aún tenían la suficiente fuerza para una parte de la población indignada y que pasó a la acción frente a la pasividad de un gobierno conservador. Pueden verla ya en la plataforma Filmin tras inaugurar la Quincena de Realizadores de Cannes el pasado año.
En Los anarquistas, su segundo largometraje, Elie Wajeman teje una historia de producción sobria aunque sin grandes medios con la que inteligentemente busca poner el foco en sus personajes; en un grupo de anarquistas al que va a parar Jean, un policía raso que se infiltra en el grupo para informar de sus actividades; allí se meterá de lleno en las misiones y la convivencia del grupo, destacándose su affaire romántico con Judith, una joven artista que milita el grupo.
Wajeman no sabe insuflarle vida – o la llamada a la acción de las palabras de Bakunin – a un conjunto algo encorsetado por sus taras de producción y que no sabe tejer unos personajes lo suficientemente interesantes para que su idealismo y pasión se transmita al espectador; quedándose en un insulso término medio entre lo político, lo dramático y el thriller policíaco. Una lástima frente a la vibrante pareja de actores que encabezan el proyecto, Tahar Rahim (Un profeta) y Adèle Exarchopoulos (La vida de Adèle).