“Veneciafrenia”; el exceso de De la Iglesia domina este slasher con turismofobia
Es entendible el idilio de Álex de la Iglesia con la ciudad de Venecia. Ya que fue en la Biennale de Venecia de 2010 donde ha ganado seguramente el galardón más prestigioso a nivel internacional que tiene bajo el brazo: el León de Plata a la Mejor Dirección por Balada triste de trompeta; entregado por un jurado presidido por ni más ni menos Quentin Tarantino. Su amor se ve completado rodando en la preciosa ciudad italiana un filme que, más allá de homenajear el mítico giallo italiano, acaba por tirar por unas más populares influencias del director vasco; el slasher y la Serie B ibérica de los setenta y ochenta.
La película nos presenta a un grupo de jóvenes (treintañeros más bien) que llegan por crucero a Venecia para pasar unas vacaciones en la ciudad. Nada más llegar, se encuentran con un clima hostil por parte de los ciudadanos; que protestan contra los cruceros y grandes embarcaciones que generan un turismo masivo, que por ende, genera daños en la salud de la ciudad. Un secreto grupo (vestido con las habituales máscaras de la comedia italiana) ha empezado a asesinar a turistas para lanzar un mensaje al mundo y proteger la ciudad.
De la Iglesia decide acomodarse en las marcas habituales de su cine reciente. Con el humor negro y tontorrón popular para aligerar su siempre estridente y nervioso montaje; que no permite que el filme decaiga en ritmo. Pero la jugada no acaba de funcionar; ya que nos da siempre la sensación de que la oportunidad merecía algo más. Los paisajes venecianos y sus misteriosos callejones merecían una historia menos etiquetada en los términos habituales del slasher y especialmente unos personajes con los que mínimamente se pueda empatizar (tarea casi imposible en esta película).
¿Veneciafrenia aburre? No. Cierto que su tramo final resulta decepcionante, muy por debajo de los bestiales clímax habituales del director de El día de la bestia. Pero es un filme ágil, entretenido en gran medida pero también olvidable. Aunque sea muy loable en cintas de este tipo la incursión de reflexiones inteligentes y sin respuesta definitiva entorno a temas como la turismofobia o la difícil diferenciación de la realidad y la ficción en esta época de redes sociales y manipulaciones.