«Halloween Kills»; Haddonfield va a la caza de Michael Myers
Una docena ya son los títulos de la saga Halloween. Más de cuarenta años a las espaldas de la saga y decenas de víctimas en el cuchillo del icónico Michael Myers. En 2018, BlumHouse decidió resucitar una franquicia que iba dando pasos de ciego entre secuelas sinsentido y revisiones muy sui generis de directores relevantes del terror como Rob Zombie.
La jugada salió a las mil maravillas con el regreso de Jamie Lee Curtis, la scream queen por excelencia y superviviente de la primera entrega del gran John Carpenter, con la supervisión (y música) de John Carpenter y dejando de lado todas las secuelas posteriores que exploraban en exceso y sin mucha cohesión el origen y evolución de la amenazante “sombra” llamada Michael Myers. Tras el éxito, era inevitable que decidieran seguir reavivando la llama de la franquicia y ya se anunció que todo iba a formar parte de una trilogía. Por tanto, nos esperaban dos películas más con Laurie y Michael.
En Halloween Kills nos encontramos con una secuela directísima de la película anterior. Con Michael Myers aparentemente muriendo quemado en la casa-fortaleza de Laurie Strode y, con ella, su hija y su nieta sobreviviendo al acechante regreso de “la sombra”. Evidentemente Michael no está muerto y saldrá de allí solo como él sabe; dejando una ristra de cadáveres de por medio. Pero mientras Laurie se recupera en el hospital de las heridas; el pueblo de Haddonfiled, avivados por los supervivientes, deciden tomar cartas en el asunto e ir a por Michael en vez de esperar a que él ataque.
David Gordon Green en la dirección y Danny McBride en el guión construyen en esta secuela un filme de nuevo intenso y satisfactorio para el fan de la saga. Especialmente al contar con el bodycount más alto de la saga y de nuevo con una realización impecable; muy por encima de buena parte de los productos de terror mainstream.
Pero la sensación de entrega intermedia (hay que recordar que falta una tercera entrega) le afecta; aunque decida atreverse a tejer casi un símil de la enferborecida y caótica Estados Unidos de Trump en el pequeño pueblo de Haddonfield; y en como la cerrazón de ideas, rumores y la masa vencen a cierto racionamiento y llegue a hacer incluso, que empaticemos o busquemos comprender al monstruo.
Una idea arriesgada, no del todo cohesionada en la película, pero valiente en la franquicia y en el propio género. Habrá que esperar a su tercera entrega para ver como madura todo este entuerto mientras sonreímos de nostalgia oyendo las piezas originales de la banda sonora de Carpenter.