«La última bandera»; el Linklater más funcional recupera a los personajes del clásico de Hal Ashby
Siempre fácil de reivindicar y resultando uno de los cineastas estadounidenses más relevantes y brillantes de las últimas tres décadas, Linklater ofrece aquí su versión más funcional e impersonal
Richard Linklater expone su versión más funcional a partir de un guión ajeno, La última bandera adapta la novela de Darryl Ponicsan que continúa el libro que ya sirvió de base para el clásico escondido de Hal Ashby, El último deber (1973); retomando (con otros actores) a los mismos personajes treinta años después al reencontrarse para apoyar en el duelo y el entierro de un hijo a uno de ellos.
Siempre fácil de reivindicar y resultando uno de los cineastas estadounidenses más relevantes y brillantes de las últimas tres décadas, Linklater ofrece aquí su versión más funcional e impersonal (aunque no por ello interesante) continuando las formas clásicas y ciertos temas que ya encontramos en el filme de Hal Ashby; manteniendo con respeto la construcción de road movie del relato y ofreciendo a partir de las conversaciones y reflexiones de sus protagonistas temas habituales de su cine como el paso del tiempo, la amistad o la paternidad/familia.
Larry (Steve Carell) va en busca de sus antiguos amigos con los que combatió en Vietnam, el viaje se debe a que su hijo a fallecido aparentemente en acción en la Guerra de Irak; ambos colegas – uno propietario de un bar (Bryan Cranston) y el otro Reverendo en una iglesia (Laurence Fishburne) – le acompañan en busca del cuerpo y en el trayecto hasta Portsmouth para darle un entierro civil en contra del estamento militar y los superiores. Durante el trayecto el trío de amigos reflexionará sobre la guerra, el pasado, la muerte o la religión entre otros temas.
Recuperando aires pretéritos del cine de los setenta y siendo tremendamente respetuoso con las formas y corrección del filme de Hal Ashby, Linklater dirige con oficio aunque con cierta distancia una bonita historia de fiel amistad que no termina de sacar provecho a sus elementos más críticos y políticos, como la humana contradicción emocional que los tres protagonistas – a destacar un magnífico Bryan Cranston, como el más canalla y carismático del grupo – tienen con el estamento militar y la propia patria. Un Linklater menor y funcional que no emborrona los temas y reflexiones de este natural melodrama sobre la pérdida y la amistad; y cómo no sobre el paso vital del tiempo y como aprenderlo y aceptarlo; aunque se quede encorsetada en un aire ciertamente de otra época.