«Fahrenheit 451 (2018)»; HBO simplifica las tesis de la novela de Bradbury en una actualización de la distopía plana y con desdibujados personajes
Más allá de la innecesaria adaptación tras la magnífica versión que realizó Truffaut en los sesenta; Ramin Bahrani actualiza ciertos elementos de la novela para meter en su discurso la presencia de internet, las redes sociales o los medios de comunicación más sectarios y manipuladores
La plataforma HBO produce una nueva versión que adapta el clásico literario sci-fi de Ray Bradbury que ya tuvo una obra maestra en el cine firmada por François Truffaut en 1966; buscando una actualización a ciertas preocupaciones (informática y tecnología) a la distopía social desde unas formas planas que no la hacen destacar y que pierda la fuerza de la tesis de Bradbury, quedándose en un muy decepcionante impersonalidad entre el telefilm y el cuidado (pero carente de alma) blockbuster contemporáneo.
Ambientada en una Cleveland futurista y en una Estados Unidos que tras sufrir una Segunda Guerra Civil encuentra su manera de evitar el caos o las organizaciones humanas e ideales, ofreciendo un orden sociológico basado en el mono-pensamiento y en que los ciudadanos no puedan inspirarse en preocupaciones humanas más allá de su realidad al encargarse de eliminar todo arte y vestigio cultural anterior; celebrando la función de los bomberos de la sección Fahrenheit 451 encargados de perseguir a los grupos activistas o individuos que esconden piezas de arte, libros o películas; siguiendo los pasos del joven más prometedor de la división (Michael B. Jordan) y las dudas que crecerán en él al querer saber más del porqué de su trabajo y su objetivo y ansiedades vitales tras un hecho que le traumatiza y conocer a Clarisse (Sofia Boutella), una informante que vive contra la norma y control social que domina el país.
Más allá de la innecesaria adaptación tras la magnífica versión que realizó Truffaut en los sesenta; Ramin Bahrani actualiza ciertos elementos de la novela para meter en su discurso la presencia de internet, las redes sociales o los medios de comunicación más sectarios y manipuladores; ofreciendo una tecnológica dictadura que resulta carente de profundidad social y filosófica, quedándose en la superficie del discurso de Bradbury y sin que sus personajes nos transmitan sus inquietudes, desaprovechando un atractivo reparto del que sólo se salva un siempre correcto en villanía y ambigüedad Michael Shannon como líder del grupo Fahrenheit 451; decepcionándome sobremanera lo desdibujado del personaje femenino, en comparación con el peso de Julie Christie en el clásico de Truffaut.
Simplificando el universo desde una dirección impersonal que parece beber más de las series televisivas recientes similares en temática que de la propia novela u otros referentes más añejos; Bahrani adapta de forma superficial y plana la distopía compleja de Bradbury sobre la defensa de la cultura como arma idealista y representación del individualismo y las contradicciones humanas a partir de unos personajes muy planos y una impersonal dirección que se mueve más hacia el cine de acción que hacia otros géneros, añadiendo sin gran ingenio elementos sobre la vigilancia tecnológica, las redes sociales o el control de la ciudadanía de aires “orwellianos”.