En la primera década de los 2000, uno de los movimientos que revolucionaron el cine de género fue la conocida como «cine extremo francés», de la que surgieron nombres como Alexandre Aja, Xavier Gens o la dupla Maury/Bustillo. Un cine francés que apostaba por una fuerte violencia gráfica y entramados que llevaban a límites físicos a sus protagonistas, fuera de tendencias y sin cortarse en la incomodidad. Algo de esos genes parece haberse recuperado en una nueva hornada de directoras francesas que con sólo dos películas ya se han posicionado en la primera fila del cine de género del momento; hablamos de Julia Ducournau (Palma de Oro con «Titane») y Coralie Fargeat, que tras abrirse paso con la contundente «Revenge» ahora se confirma con «La sustancia»; una película en la que no frena en ningún momento su mensaje y lo lleva hasta las últimas consecuencias, aunque sean las más salvajes.
En ambas directoras, eso sí, el referente que normalmente viene primero a la cabeza es David Cronenberg. En ambas, hay una obsesión por el cuerpo humano, especialmente el femenino, que las emparentan con títulos más próximos al «body horror» del cineasta canadiense. «Titane» con «Crash»; y en el caso de «La sustancia», con «La Mosca»; aunque sus referentes nos lleven también a otros referentes más extremos, como Brian Yuzna o en su construcción visual, hay mucho también de Nicolas Winding Refn.
Pero este relato de desdoblamiento que deviene en pesadilla sobre las inseguridades y patologías que la sociedad impone a las mujeres; con un salvaje mensaje crítico a los cánones de belleza que impone el mundo del entretenimiento, y especialmente Hollywood, va más allá del género. Primero, porque lo explora a fondo en los subgéneros antes citados – avisados los espectadores de estómago sensible – y porque en su efectiva sátira (sin sutilidades ni decoros que no convengan) hay una sencilla estructura a partir de la que Ducournau saca todo el jugo a la tesis y base de la película. Yendo desde una revisitación extrema de «El retrato de Dorian Gray» de Oscar Wilde hasta claros guiños a Quentin Tarantino, David Lynch o Alfred Hitchcock en esta historia de imposiciones, enfermedades y paranoias hollywoodienses que fácilmente se puede emparentar con toras visiones oscuras de Hollywood como «¿Qué fue de Baby Jane?», «Eva al desnudo» o «Mulholland Drive»; además de la reciente trilogía de «X», de Ti West.
Su sencilla construcción episódica y de secuencias claras, algunas apoyadas en la música electrónica y en una especial fijación por las cámaras lentas y los planos detalle, la forma hace que sea lo prioritario en la visión de Fargeat. Construyendo un relato fascinante e hipnótico en el que los reflejos y las imágenes entre las ambas Yo siempre sea lo relevante, siendo una propuesta parca en palabras, porque no se necesitan diálogos excesivos para llegar a tocar el hueso que busca (y bien a fondo) Fargeat.
Mención aparte merecen sus dos actrices, unas soberbias Margaret Qualley y, en especial, Demi Moore, recuperada y entregada al máximo a la causa de un personaje perfectamente construido para ella en la que sea probablemente su interpretación más bestial de toda su carrera (y que le puede llevar porqué no, a la carrera al Oscar). «La sustancia» es una crítica llevada hasta los límites más recónditos a las enfermedades sociales que generan los cánones marcados por la sociedad patriarcal que, probablemente no es perfecta (quizás le sobra algo de metraje, los hombres resultan a propósito unidimensionales, su visceralidad puede interpretarse como efectista…) pero que resulta una obra marcada a fuego a todo cinéfilo/a que se acerque a ella con un tercio final que ya es historia del cine de género. Uno de los filmes más redondos de este 2024; y probablemente el «body horror» del siglo XXI.